Con el pasar del tiempo, adquirí la costumbre de darme unas largas caminatas limeñas que terminaban en los balcones Larcomarinos donde pasaba a veces horas mirando, mirando a la gente (antes de que el Stalkeo se pusiera de moda) y lo que sucedía. Todo me parecía muy irreal. ¿Se veía bonito? Más bien la gente parecía pensarse muy bonita sólo por estar ahí. Lo sé porque alguna vez yo también lo sentí. Me divertí mucho en sus restaurantes, tiendas, etc. y si nos ha prestado un muy buen servicio pero me pregunto si eso ¿era sólo cuando iba bien arreglada o acompañada de mis amigos pollitos (gringos)? Debo confesar que al tomar la posición de observadora solitaria mi ego se alimentaba de pensar que no pertenecía a ese lugar. Cuando me iba, siempre subía las escaleras sonriendo y riendo por dentro. NO soy de aquí. YEEEEEEEEEEEE!
Me pregunto ¿por qué va la gente? ¿Cuál es realmente el producto de Larcomar? ¿Será ese sentimiento de superioridad en comparación al resto de nuestra realidad lo que realmente vende?
Todo incidente de discriminación es lamentable en todas sus formas. Larcomar ha tenido más de uno y lo peor es que no han tenido el nivel de hipocresía para mostrarse políticamente correctos como hubiera sido conveniente para ellos y muy inconveniente para la generación de ranking de los medios. Discriminamos. No quiero creer que es irremediable. Pero sí creo que podemos tomar la decisión de no ejercer dicha discriminación al prestar un servicio al público y no se debe pasar por alto el desprecio a una persona.
Pienso que es lamentable la discriminación, pero Dios sabe lo retorcida y malvada que puedo ser. No soy mejor persona que los racistas si yo misma los maltrato creyéndome superior. La crueldad con crueldad no se cura. La idea no es fingir. La idea es ser y ser de ayuda.
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